domingo, 1 de mayo de 2022

Voto adolescente como contracultura

 

El proceso constituyente chileno, es sin lugar a duda un proceso sin precedentes a nivel mundial, ya que se trata de una salida institucional a una crisis orgánica profunda en un país donde el modelo neoliberal ha penetrado desde todos los ámbitos de la vida humana. Se ha planteado como un proceso paritario y con participación de los pueblos originarios a través de escaños reservados, características peculiares para una sociedad especialmente conservadora y racista como la chilena, por lo tanto, es un proceso que se ha instalado a contrapelo del sentido común que la clase dominante nos instaló desde los tiempos de Pinochet, Reagan y Thatcher.

Una convención fuera de los cánones políticos del duopolio que ha administrativo Chile durante más de 30 años aprueba diaria y semanalmente propuestas que generan ruido en los sectores más conservadores la antigua Concertación y la Derecha, la prensa hace eco de estas preocupaciones y las encuesta pretenden prefigurar un escenario catastrófico donde la solución sería volver al punto de restauración previo al 19 de octubre del 2019. La última norma aprobada que pasó a borrador de la nueva Constitución y que sacó ronchas en la clase política, fue el voto facultativo para adolescente de 16 a 17 años, donde al aprobarse el texto constituyente dejaría a Chile junto con Ecuador, Argentina y Brasil como pioneros en derechos políticos y civiles de niñas, niños y adolescentes.

El voto adolescente solo cobra sentido dependiendo del modelo de democracia que se quiera instalar, en una democracia representativa y tecnócrata como la que rige actualmente Chile tienen peso los argumentos de madurez y conocimiento que han esgrimidos algunos. Si se instala en el contexto de una democracia participativa, deliberativa y plural, se hace muy necesaria la participación de todos los sectores de la sociedad, principalmente los que han sido históricamente marginados u oprimidos. En un país como el nuestro, donde el adulto centrismo es transversal social y políticamente, el voto adolescente es contracultural; pero la sociedad adulta no puede cerrarse ciegamente a esta posibilidad, la institucionalidad democrática debe apuntar a fortalecer el bien común, la cohesión y justicia social , y son los adolescentes chilenos los que han servido como termostato para detectar las demandas más sentidas de la sociedad chilena y han iniciado el proceso de transformación social, política y cultural más importante del último tiempo que nos tiene hoy discutiendo estos temas.

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