La nación puede entenderse como un fenómeno identitario respecto a una comunidad política, entre más amplia y abstracta sea su definición, mayor será su capacidad de incorporar las culturas prexistentes, como pueblos originarios, y culturas incorporadas, como las comunidades migrantes; en cambio los Estados-nación fundados en el siglo XIX en América Latina, como comunidad imaginada, se fundaron sobre la base de un mito fundacional, historia “oficial” héroes, símbolos, los cuales debían ser compartidos obligadamente por toda la sociedad y difundido por el Estado, a través del sistema educativo, para crear una cultura homogénea. Esta forma de crear y proyectar la nación se ha comportado para muchos sectores de la sociedad como una forma de violencia simbólica, el pueblo mapuche como muestra de un botón.
En la actualidad el mundo y la
sociedad en Chile es cada vez más plural y diversa. y los Estado-nación como se
crearon hace 200 años son un foco de conflicto, más que una forma de organizar
a la sociedad, en el corto plazo es urgente repensar elementos simbólicos, como
la historia, la toponimia, nombres de calles, memoriales, incluyendo las
estatuas que se erigen en las ciudades, no por existan en tanto patrimonio
significan lo mismo para todas las personas que habitan el país. Lo ocurrido
con el monumento de Baquedano, más que generar una condena general, o tratar de
anti chilenos o antipatriotas a quienes la vandalizaron, debiera ser un llamado
a la reflexión para proyectar el país y la “nación” o “naciones” que queremos.
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